La leyenda cuenta que el 12 de agosto del año 30 a.C. los soldados de Octavio irrumpieron en las estancias de la última reina de Egipto, Cleopatra VII, y se encontraron a la soberana yacente sobre su lecho real. Los intentos de los soldados para reanimar a la soberana fueron vanos, la reina acababa de suicidarse. Los soldados vieron en el brazo de Cleopatra dos ligeras punzadas, lo que hizo pensar que había muerto a causa de la mordedura de un áspid. ¿Qué hay de cierto en la leyenda?

Tras la batalla naval de Actium (31 a.C.), en la que Cleopatra y Marco Antonio sucumbieron ante las fuerzas de Octavio, los caminos de los dos amantes se separaron. El general se recluyó en la isla de Faros asolado por la vergüenza de la derrota. Por su parte, la monarca volvió a Alejandría y se propuso seguir al frente de Egipto al precio que fuera, ante el asedio de Octavio.
Un final de película
Marco Antonio intentó reunir un ejército para defender a Cleopatra, pero la mayor parte de sus hombres desertaron y cuando le informaron de la falsa muerte de su amante, el general enloquecido, se clavó la espada en el mismo momento en el que el secretario de la reina llegaba anunciando que seguía viva. Marco Antonio fue llevado junto a Cleopatra y murió en sus brazos. Poco después, la desesperada mandamás se enteró de que Octavio pretendía llevarla a Roma y exhibirla como un trofeo, así que urdió un plan para acabar con su vida.
El historiador Plutarco, nacido unos cien años después que la reina, nos relata el final de la reina egipcia que ha llegado a nuestros días. Después de darse un baño, solicitó que un esclavo acudiera con un cesto en el que ordenó que escondiera una serpiente. «Al preguntarle los guardias qué traía en el cesto, el campesino abrió la tapa y mostró un cesto lleno de higos. Los guardias admiraron su tamaño y su aspecto y el campesino los invitó a tomar uno. Su franqueza y naturalidad disipó toda sospecha. Lo dejaron entrar», añadía el biógrafo.
Cuando recibió aquel cesto, y junto a sus dos sirvientas, se dispuso a dejar este mundo. «Entonces, revestida de sus mejores galas, se colocó junto al cadáver de Antonio, en una estancia perfumada, y aproximó a sus venas la serpiente que irritó hasta hacer que le mordiera inyectándole el veneno que le quitaría la vida tras sumirla en un sopor del que no despertaría», dejó escrito Plutarco. No hay más datos del suceso, pero hay quien piensa que no fue una mordedura sino una ingesta de veneno, pero lo cierto es que Cleopatra pasó a la historia con una muerte de película.