No fue educada para ser reina, pero el destino tenía previsto para ella uno de los reinados más largos de la historia. Tras 70 años como monarca, el pasado 8 de septiembre, la reina Isabel II fallecía a los 96 años en el Castillo de Balmoral rodeada de sus hijos y sus nietos.
Durante décadas, la Reina ha sido la cabeza de una de las familias más conocidas y distinguidas del mundo, pero también una de la que más escándalos ha protagonizado. La monarca tuvo que hacer frente agrandes retos, desde el escándalo de las infidelidades de su marido, pasando por la relación del Príncipe Andrés con Sarah Ferguson, o los escándalos de juventud del Príncipe Harry, hasta los más recientes: como la acusación por abusos sexuales a menores del Príncipe Andrés (el caso Epstein), la aparición de su nombre en los Paradise Papers, o el Megxit, que fracturó en dos su familia, tras el anuncio de la renuncia a sus privilegios por parte de Harry y Megan Markle. Pero sin duda, la mayor de las polémicas que vivió, fue la que rodeó a Lady Di.
1992, el año horrible de la monarquía británica
Ese año, la princesa Ana y los príncipes Carlos y Andrés decidieron divorciarse o separarse de sus parejas, y cada uno de ellos hizo un daño diferente a la casa real. La de Ana, recordó a todo el mundo las infidelidades que la propia reina había tenido que soportar. Pero fueron las de Carlos y Andrés las que más hicieron tambalearse los cimientos de la institución. En el caso de Sarah Ferguson, la ex mujer del duque de York, la separación fue tan amistosa que incluso a día de hoy ella sigue formando parte activa de la familia, pero su figura era tan reconocida internacionalmente que el fracaso de la relación se entendió como un tropiezo importante.
Pero, seguramente, el mayor error de la institución durante aquellos años fue el trato que recibió la princesa Diana, la Princesa del pueblo, tanto durante su etapa dentro de Buckingham, soportando infidelidades y desprecios, como una vez que se separó de la familia. La tensión por la separación se agudizó con la persecución de la prensa amarilla, hasta el punto de que, como reconocerían sus hijos años más tarde, La madre de los príncipes Harry y William acabó falleciendo en 1996 en un accidente de tráfico en Paris, con su entonces novio Dodi Fayed, mientras era perseguida por la prensa. Una tragedia que agudizó aún más la crisis de imagen que arrastraba la institución que encabezaba la reina Isabel.
A la reina se la criticó duramente por su escasa implicación pública en un funeral que vieron 2.500 millones de personas por televisión, pero también por quedarse en Balmoral y no aparecer públicamente para dar su pésame hasta cinco días después del fallecimiento. Finalmente, antes del funeral la reina dijo que Diana era un "ser humano excepcional y con talento". Hicieron falta muchos años, y mucha buena prensa por parte de la monarca, para recuperar la popularidad perdida.