En 1988 Michael Jackson, el Rey del Pop, adquiriría en el valle de Santa Ynez (en el condado de Santa Bárbara), California, el rancho Sycamore Valley Ranch que desde entonces pasaría a llamarse Neverland (El país de nunca jamás) En esta tierra fértil para el cultivo del vino, haría realidad el sueño de su niñez: crear un país de Nunca Jamás tan real como el ladrillo. Un reflejo fiel de la inmensa fortuna que llegó a amasar el artista mejor pagado de la historia y que se convertiría en su propia pesadilla.
Michael Jackson llegó a ofrecer al anterior propietario, William Bone, 35 millones de dólares por toda la propiedad, un precio muy superior a su valor de la época, aunque luego acordaron la compra por 17,5 millones de dólares. Jackson encargó la remodelación al constructor Tony Urquidez, y aunque conservó la estructura de la residencia principal, parte de su diseño interior y muchos de sus muebles, realizó también una reforma en profundidad.
La casa de sus sueños
Tras su remodelación, la vivienda llegó a contar con 25 dormitorios, seis baños completos, dos aseos, cinco chimeneas y dos vestidores revestidos en madera de cedro. La casa estaba decorada con todo tipo de objetos inverosímiles, como el disfraz original de Batman (1989), las manos de Eduardo Manostijeras (1990) o un sinfín de maniquíes y muñecos Power Ranger en tamaño real.
En el exterior, se construyeron dos casas de invitados de 500 metros cuadrados cada una, un edificio de viviendas para los empleados, una gran piscina, varias pistas de baloncesto y de tenis, una barbacoa totalmente equipada y un establo para sus caballos. En el centro del lago, se creó una pequeña isla con playa privada, el refugio favorito de Michael Jackson y todo un guiño al libro de J.M. Barrie.
Una sala de cine para 50 personas, un estudio de baile y un poblado indio con multitud de caballos. Incluso tenía su propio medio de transporte, la Neverland Valley Railroad, con tres líneas de ferrocarril que cubrían casi un kilómetro de distancia y por las que circulaban varias locomotoras a vapor. También dispuso de un tren eléctrico a tamaño natural fabricado por la compañía alemana Elektro-Mobiltechnik para sus hijos Prince, Paris y Blanket detrás de la vivienda principal.
Creó su propio zoo para albergar numerosos ejemplares domésticos y otros más exóticos como jirafas, llamas, orangutanes o cocodrilos. Pero la guinda fue el parque de atracciones privado. Durante casi una década, el dinero entraba y salía a raudales sin poner ningún tipo de límite a la imaginación del artista: una noria de casi 20 metros de altura, un tiovivo con música, una montaña rusa, una atracción con sillas voladoras, un pulpo mecánico, coches de choque o un salón de videojuegos con máquinas recreativas y puestos de golosinas fueron algunas de las creaciones de Jackson para su mundo de fantasía.