La temporada del Fútbol Club Barcelona estuvo llena de emociones y de logros tras una larga de sequía en el aspecto futbolístico y que, tras la contratación de grandes nombres como Robert Lewandowski, han llevado al club a volver a ganar una liga doméstica tras casi 4 años de espera.
Sin embargo, el club comenzó la campaña con el único objetivo de afrontar, al final de la campaña, el proyecto más grande y ambicioso al que se ha enfrentado el club en todo lo que va del siglo XXI: La construcción del nuevo ‘Camp Nou’.
Su nuevo estadio, inversión riesgosa
Tras la aceptación del financiamiento para poder comenzar con las remodelaciones del estadio, a pesar de que parece una mala decisión de la directiva debido a las condiciones económicas actuales del club, se comenzó de forma oficial con los trabajos de demolición de la estructura y que dan así, inicio a la ‘nueva era’ del club.
No obstante, parte del trabajo que se debe hacer en las remodelaciones del estadio pasan por la demolición de ciertos sectores del mismo, situación en la que varios vecinos del coloso catalán podrían pasar malos ratos debido a la gran contaminación auditiva que producen las maquinarias y que, tras ya iniciadas las labores, se han encontrado con ciertos problemas con la demolición de ciertos sectores de las gradas y que podrían incluso representar un peligro para los cercanos al estadio.
La contratación de la empresa encargada de llevar a cabo las obras es Limak, una compañía turca que fue la única en aceptar las condiciones que presentaba el club y que se encarga de hacer todo lo concerniente al trabajo del nuevo estadio y que, a día de hoy, tiene que resolver dicha situación y no afectar más a los vecinos de Barcelona.
Las condiciones del club
No cabe la menos duda que la inversión de un estadio representa un acierto mayúsculo para que los clubes continúen a la vanguardia en temas de tecnologías y, al mismo tiempo, generar más afluencia en sus instalaciones e ingresando más capital. Pero para el Barcelona, que está en una situación sumamente crítica a nivel económico, la inversión hecha para la construcción del estadio podría ser suicida.
El populismo del presidente Laporta ha llegado a niveles que pocos pensábamos que llegaría con tal de mantener la imagen del ‘todo en orden’ y que los aficionados continúen aplaudiendo sus decisiones en una junta directiva que se está haciendo cada vez más pequeña.
