Elvis Presley fue uno de los rostros más icónicos de todo el siglo XX. Falleció el 16 de agosto de 1977 y en cada aniversario de su fallecimiento son muchas las personas que acuden con las flores, banderas y souvenirs se agolpan con más intensidad en la tumba del Rey del rock’n’roll.
Era un personaje muy peculiar. Único, diferente y que llevaba al corazón de sus seguidores. Tenía un carácter anómalo, pero los que estaban cerca de él aseguran que era una de las mejores personas con las que te podías cruzar. Para los amantes del rock’n’roll es todo un mito y marcó sin lugar a dudas un antes y un después.
Como comenté antes, su forma de ser no era común. Era un tipo diferente, al igual que su casa, que lo cierto es que marca a la perfección la manera de ser de esta leyenda musical.
La casa en la que vivió Elvis Presley
Por poco más de 100.000 dólares, Elvis adquirió la propiedad dos décadas más tarde como regalo para sus padres, manteniendo su nombre original. No obstante, tan solo un año después falleció su madre. Por ello, decidió ampliar a 1.600 m2 la planta original. Invirtió más de 500.000 dólares en modificar tanto el interior como el exterior de la finca. El diseño en forma de partitura de la puerta principal en hierro forjado lleva el sello del ilustrador Abe Sauer, que añadió a la verja la silueta de Elvis.
En la primera reforma se incluirían dos plantas y un sótano conectados por cinco escaleras, ocho dormitorios y ocho baños, cocina, salón comedor, varias salas de ocio, un establo para caballos y un campo de tiro. Elvis mandó construir una piscina con forma de riñón y no de guitarra. Cabe resaltar que se añadió el Jardín de la Meditación, un lugar al aire libre y tranquilo ideado por el arquitecto Bernard Grenadier, en el que Presley pudiera pasear y reflexionar y que terminaría acogiendo el cementerio familiar. Aquí descansan sus restos y el de sus parientes cercanos, además de una pequeña placa que conmemora a su hermano gemelo Jesse Garon, que murió al nacer.
Desde que llegó Priscilla a su vida, hay quien dice que el gusto de Elvis Presley se volvió más ostentoso y poco refinado, frente a la propuesta moderada de su madre. En su segunda reforma, Graceland se convertiría en un festín kitsch de moquetas infinitas y habitaciones temáticas, dispuestas en la primera planta y el sótano.
La estancia más llamativa es, sin duda, Jungle Room, inspirada en la isla de Hawái, uno de los lugares favoritos del cantante que sirvió de escenario para películas como Blue Hawaii (1961) o Paraíso Hawaiano (1966). Aquí la sucesión de elementos kitsch es inagotable:
La pasión por el suelo enmoquetado se ve en el salón y en el comedor. Una chimenea también blanca y un sofá de 4,6 metros coronan la estancia.