El programa Supervivientes le vino a Pipi como a Estados Unidos su llegada a la Luna. Eso sí, el killer de las noches ibéricas tuvo que hacer ciertos esfuerzos que poco tienen que envidiar a los de la Nasa. El colaborador de Sálvame y El Chiringuito irrumpió en los televisores de toda España como Neil Armstong en el satélite lunar.
Su preparación dice mucho de la conquista que estaba a punto de hacer, se pegó dos meses sin meterla en caliente antes de dar el gran salto desde el helicóptero, un pequeño paso para Pipi, un gran paso para la televisión nacional. Nada hacía sospechar que Estrada alcanzara las esferas que luego conquistó.
De hecho, lo que más cambió en la vida del killer de las noches ibéricas fue su imagen. Supervivientes le hizo rejuvenecer, depuró sus chakras y volvió a las pistas de baile como un universitario en el primer año de carrera. Quería comerse el mundo, pero el mundo no estaba preparado para una persona como Pipi Estrada.
Hombre casto, puro, campeador, de salud infranqueable y de espíritu puro. Alma libre, pies de tigre, Pipi se fue a la tele a explicarle a las audiencias qué tipo de aventura vino a buscar. Fan del poliamor, experimentó la falta de sexo para entender que en la vida hay más cosas que entrar y salir, uno también puede quedarse.
Supervivientes se lo confirmó, y el plató de Sálvame se lo tragó, en El Chiringuito fue echado por Pedrerol y a la noche se entregó. La vida de Pipi cambió y su físico lo acusó, ahora parece que recupera la ilusión marcando abdominales tras haberle dado la vuelta al jamón.